martes, 19 de enero de 2010

Sobresalto

Entonces sucede, usted lo sabe, son cosas nimias, sin trascendencia,
no salen en la tele, ni las dice la radio, usted sabe, son esas cosas,
esas pequeñas tonterías; usted ha apagado el pitillo, y el café,
ya frío, posos en la taza, helado como un rostro ajeno, o ceniza,
en la mesa, restos, la pieza de fruta, y la radio suena monótona,
se oyen gritos del de siempre, oh, los contertulios, y la carcajada
del gracioso, el amaneradamente simpatiquísimo que escupe,
y todos ríen, y usted, ya se sabe, son esas cosas que suceden a veces,
las decía aquel poeta, aquel raro, maldito algunos le llamaron,
ese que tenía un apellido tan largo como su soledad y su derrota
[en noches como ésta, cuando a usted, o a él, les venía como un vómito, ]
o una irrefrenable sensación de que nada era como está previsto,
[y no es posible salvo la quemazón infinita de las ausencias, derrelictos, ]
notas a pie de página que nadie leerá, o el simple aletear de un pájaro
[que se muere bajo las estrellas de una ciudad inexcusablemente vacía. ]

[Entonces, sí, entonces sucede, usted ya no mira, entrecierra párpados, ]
la radio ahora escenifica música para la madrugada, qué atenta,
se derrama usted en el sofá, largo, como un río o una orilla,
[mas allá de los alborotos, del recuerdo contrariado de un negador de síes, ]
más allá de los desencuentros entre su corazón y su palabra, lejano
[al gratísimo- oh, mi gratísimo amigo- afilar de cuchillos bajo sonrisas ]
extemporáneas, dúctiles, a tanto la hora, ya no. ya no.

Entonces sucede:
en el reflejo del ventanal que lo refleja,
se mira usted como si fuera otro y no se reconoce.
y se sobresalta.





2 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Los poetas malditos, aunque tengan apellidos largos, se derraman en la vida como orillas de ríos, sin juncos.
La mayoría no ha entendido nada.
Mejor es escuchar música y no a tantos que nunca sabrán del dolor de los versos y sólo se fijarán en el impulso de un cuerpo.

Selene dijo...

Mejor el poeta que los contertulios, que emborronan el aire con sus voces y sus tonterías, quitándole el sitio a la música.