jueves, 14 de enero de 2010

Canción Inútil de la Desesperanza.

Esta facilidad de escribir desde aquí;
Desde aquí donde no duele, no quema, no mancha,
Desde aquí donde no sangra, no salpica, no acobarda,
No asusta, no hiere, no amedrenta, no mata.

Esta facilidad del poeta de escribirlo aquí
Con las manos limpias, sin el miedo en la cara,
Sin los rostros de la muerte, con el cristal de pantalla
Estómago satisfecho de hacer un poema – oh, el testimonio-
¡qué valor hay que tener para ser tan miserable!...
Y después tomar el ascensor, fumar el pitillo, llegar a casa.

Esta facilidad de apropiarse el dolor ajeno, la miseria,
La pobreza, la muerte, las balas, la falta de libertad,
Todas esas grandes palabras que los sin nombre no leen,
No escuchan, no encuentran, no conocen, no hablan.

Esta augusta condescendencia miserable del descenso
Sin saber que el infierno no es el nuestro,
Nunca lo fue, no lo será, no nos pertenece...
Y lo contamos, solemnes, falsos, trágicos,
Adoloridamente analógicos, para cenar mientras ellos ya han muerto.

Mientras ellos ya han muerto.

En el instante preciso en el que se pone fin al verso,
Mientras suspira el poeta, contento, emocionado,
De haber contribuido a nada en el llanto ajeno.