miércoles, 20 de enero de 2010

Algunas veces, cuando te pienso...

Algunas veces cuando te recuerdo imagino tu sonrisa confirmando;
tú que te estás perdiendo ahora el esfuerzo llevado a buen puerto.
Imagino tu clara mirada y tus manos abiertas en asentimiento
los ojos que chispean como titilando en el claror del ya lo decía yo.

Con tanta sencillez –como tú eras- oh, tú, sencilla y clara en la alegría,
lo hablaríamos en voz baja como son las cosas alegres en casa:
sin adornos, ni artificios, con la frescura del agua que se derrama,
hontanar cristalino, siempre arroyuelo, nunca cascada.

Algunas veces cuando te pienso imagino tu voz reafirmando:

“Camina despacio, sin perder el norte, sin trancar el paso
sin dolerte de ti ni olvidar ni pasar por alto
a quienes al lado del camino caminaron a tu lado,
desbrozaron senderos, abrieron veredas, te dieron la mano.

Y si al final no llegaras a ninguna parte, no hubiera sendero
ni valle, ni senda, ni cuesta, ni colina, ni altozano,
en la última curva de la última recta, del último paso
sabes que yo sí, yo te estaré esperando.”


2 comentarios:

Isolda Wagner dijo...

Qué recuerdo tan emocionante para tu madre! Lo he leído hace un rato y se me ha hecho un nudo en la garganta; así que he preferido esperar.
En contra de lo que dices, mi madre era de menos palabras y más acción. Ella nos enseñó a andar por la vida, sin arredrarnos por nada y con el ejemplo. Mi padre sí, era de palabras y nos enseñó a andar con los sentimientos.
Así que tu entrada los ha fundido a los dos en mi recuerdo, como en el principio.
No soy capaz de recordar sus voces ni las de todos los que han muerto y eso les hace más muertos, si cabe.
Besos que te acompañen

Amando Carabias dijo...

Bellísimo texto para anudar el corazón al recuerdo.
Bellísimas metaforas esas del hontar cristalino, siempre arroyuelo, nunca cascada...
Silencio y respeto.