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En esas plazas pequeñas, recoletas, que en el verano están vacías, se cobijan todos los viejos del mundo en los soportales.
Como si el último lugar donde fueran acogidos fuese ese recinto exento.
Sentados en los bancos, a la sombra, cubiertos con la boina, el gorrito, o a veces hasta un papel de periódico artesanamente torneado. Supervivientes de un mundo que ya no existe, en el que las plazas, tanto en verano, como en invierno, servían para charlar, para eso que se llamaba hacer tertulia.
Ni calle, ni tertulia, ni plaza.
Están solos mientras la tarde se encabalga en un rojo furioso de estío en fuego. Y su soledad solo tiene la compañía de quien mira por la ventana y acierta a darse cuenta de que existen.
4 comentarios:
Texto emocionante, Alena, me recuerda a una de tus Estampaciones, que se me quedó grabada. La historia cotidiana de dos vecinas.
Hoy besos especiales para Fermín.
También a mí me recuerda tus estampaciones. Es una entrada muy conmovedora, en su realista visión de lo que ha ocurrido con la red social de parques y plazas. Un besito para Fermín y un abrazo para ti.
En la sombra, viendo pasar la vida que apenas les deja un banco para sentarse y echar la vista atrás.
Y eso es todo su horizonte para la mayoría. Agradecen el saludo, doy fé.
Abrazo.
Bueno, no repetiré lo que afirman Isolda y María, pero que sepas que pienso lo mismo.
Hay un relente de añoranza y melancolía en tus palabras...
Con esta vida que llevamos los ancianos no encuentran su espacio.
Nuestra sociedad se ha olvidado de que su hacer tertulia, su cháchara cotidiana, es tan necesaria y refrescante como el sonido del agua en una fuente... da tranquilidad y de vez en cuando refresca.
La sociedad que se olvida de sus mayores (y no integrarlos en la vida cotidiana es olvidarlos, es el mayor olvido) y sólo los mantiene con vida para que de vez en cuando voten, es una sociedad abocada a algún tipo de desgracia.
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