jueves, 22 de abril de 2010

Deprimidos Asociados Geyper.

Qué ganas tengo de pillarme una depresión tremenda; si es posible adobada con tres o cuatro ataques de ansiedad al mes.
Eso me disculparía cuando fuera una hija de puta, al dar una mala contestación, al hacerle una canallada al amigo, al olvidarme de cumplir obligaciones, al contestarle mal a todo el mundo, al llorar cada vez que alguien se atreviera a decir lo de “no creo que te hayas portado del todo bien conmigo”. Sería maravilloso: una Depresión; tiene una Depresión, luego puede manipular, insultar, escarnecer, tener a todo el mundo pendiente de lo que sale por mi boquita de piñón, resguardarme mientras me dure de cualquier disgusto, ya sea que no me han tenido los zapatos a tiempo, ya sea que debo desde años antes de la depresión al banco lo innombrable, pero ahora-naturalmente.- no se me puede ni mencionar porque Estoy Con Depresión, ya sea no ir a trabajar más que a las horas en las que “me siento con fuerzas”, todo, lo que sea, todo el mundo a mi vera verita vera, todos al retortero, todos babeando, mientras yo gimo, lastimera, lastimerísima, que me quiero morir mucho, que soy desgraciadísima, que el mundo está en contra mía, que mi marido, novio, amante, hijo, quien sea es un fulano, pero que yo no tengo la culpa de nada, que son ellos los malos, los Malos con mayúscula, porque yo nunca hice nada, siempre fui buenísima, una santa, puro ángel de castidad, honor, decencia, honra, gentileza y donosura, y estoy deprimidísima. Y por eso, la obligación de los demás es compadecerme mucho, acompañarme al psicólogo y decirme pobrecita.
Sí, que ganas de tener una Depresión y así no tener necesidad de explicar nada cuando me porte como una hija de la gran puta.

6 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Uno este comentario las dos entradas, la de más abajo y ésta, que tienen que ver, me parece.
Por motivos que no vienen al caso, he vivido-sufrido-padecido la Depresión de alguien bastante cercano, que además de muchas de las cosas que señalas, implicaba medicación a mansalva, cuidados especiales e incluso ingresos en unidades psiquiátricas de hospitales, puesto que ya en el entorno habitual eran incapaces de nada.
Comprendo, creo, a lo que te refieres. En muchos casos la gravísima enfermedad se toma como una excusa para hacer la vida imposible al prójimo, cuanto más prójimo más imposible, hasta que a este prójimo se le hinchan las glándulas que correspondan y es capaz de mandar a paseo cualquier cosa, empezando por el enfermo.
Pero no seré yo quien pida esta enfermedad para mí, ni siquiera en un juego, ni siquiera para camuflar mi hijoputez.
Recuerdo que en cierta estancia en uno de esos centros psiquiátricos de esa persona tan próxima a mí hace seis o siete años, compartía tardes con algunos otros enfermos.
La máxima prueba que vi nunca de lo que siginifica la Depresión la comprobé una de aquellas tardes (creo que era de primavera) en que uno de aquellos enfermos me decía, con los ojillos con lágrimas: No tengo ni fuerzas para abrocharme el botón del batín. Y su mujer (sudaméricana, creo que colombiana) con todo el cariño del mundo le abrochaba ese botón azul marino al que sus dedos de agricultor eran incapaces de cercarse, por el esfuerzo que suponía.
Por suerte hoy creo que está mejor, pues alguna vez lo he visto por Segovia, pero aquello no se me olvidará nunca...

Cuando aquel ser cercano se recuperó y empezó a utilizar la supuesta enfermedad como coartada, consiguió que aquella proximidad (al menos teórica), se evaporará y en pocos meses se convirtió distancia infinita...

Alena. Collar dijo...

Debo aclarar mi escrito.
No seré yo, desde luego quien se burle de la Depresión como enfermedad real.
De lo que me burlo es de cuando se justifica el ser un hijo de puta con las palabritas mágicas: "es que estoy muy deprimido/a, si vieras, estoy yendo al psicólogo", pero eso no impide obrar como un hijo de puta.
Sé que la Depresión, la verdadera, es una enfermedad, y sé que hay muchísimos casos de amor, cariño, afecto, en los que la persona enferma es la primera que quiere curarse. Hablaba de los "usadores de".
Ayer me topé con alguien así. Un encubridor de su mala sangre con las palabritas mágicas. Y fue lo que estuve a punto de soltarle: ójala y me deprima yo para ser tan hijo de puta como tú.

Amando Carabias dijo...

Aclaro mi comentario.
No quería decir en ningún caso que te burlaras de la enfermedad real.
Transcribo nuevamente este párrafo de mi primer comentario:

"Comprendo, creo, a lo que te refieres. En muchos casos la gravísima enfermedad se toma como una excusa para hacer la vida imposible al prójimo, cuanto más prójimo más imposible, hasta que a este prójimo se le hinchan las glándulas que correspondan y es capaz de mandar a paseo cualquier cosa, empezando por el enfermo."

Me reafirmo, desde el principio he dicho que entendía a qué te referías, a la crítica de aquel que aprovechándose de su dolencia hace la vida imposible al resto.

A continuación lo que he hecho, quizá mal hecho, ha sido extenderme y contar una experiencia personal que llegó a lo más hondo y me abrió los ojos sobre hasta dónde puede llegar a ser de hondo el abismo de una depresión.

Un beso.

Alena. Collar dijo...

Te entendí perfectamente, Amando. E incluso al entenderte, fue cuando me di cuenta que, quizá, a mí en algún caso no se me entendería; por eso lo aclaré.
Besotón.

Isolda Wagner dijo...

Alena, me huelo por dónde vas y como el depresivo/a al que aludes sin mencionarlo, no es nada tuyo, entiendo la ironía de tu escrito, incluso me hace gracia. Pero, primero, si no te va nada en ello, olvídate del asunto y "deprímete" lo que te de la gana o "alégrate" según tu quieras. Lo que más joroba es el "pasar". Segundo, las depresiones, ha quedado claro con tanta explicación, no son buenas ni deseables en ningún caso.
Ya sé que no te burlas en absoluto de la enfermedad, sino del abuso del que dice padecerla para comportarse como un hijo de tal.
Pero tú, Amando y yo sabemos que se pueden decir hijoputeces estando perfectamente sanos. De hecho, lo hacemos cuando nos cabreamos por cosas graves, pero por chuminadas no vale la pena.
Glups, igual me regañas...
Besos y más besos.

catherine dijo...

Nos contaba el mismo suceso con versos en tu post anterior y este texto es muy divertido, Alena. Entiendo la reacción de Amando por haber vivido años con una hermana depresiva o con otra enfermedad mental.
La vida con una persona depresiva es un infierno , no se puede aceptar todo y menos cuando la depresión es sólo una excusa, muy de moda.