miércoles, 6 de enero de 2010

El Dragón y los Reyes Magos

Para llegar a la casa de los niños del mundo, los Reyes Magos tienen que cruzar el Bosque de Aland, donde vive el Dragón del Sueño Profundo.
El Dragón no es malo, pobrecillo, qué va a ser malo, lo que pasa es que tiene un problema, y es que todo el que se le encuentra se queda profundamente dormido y no despierta hasta que es muy mayor y entonces ya no puede volver al Bosque, ni creer en las hadas ni en los Reyes Magos.
Y claro, si los Reyes Magos se duermen, y luego al despertar no creen que ellos son ellos, pues tendríamos un problema, y gordote...
Y para esa travesía, en el Bosque, han destinado desde tiempo inmemorial a los Gnomos de la Noche en Vela.
Estos gnomos, no duermen por la noche, como indica su nombre. Y además tienen poder mágico sobre el Sueño; un antiguo habitante del Bosque que es un poco travieso, porque ataca (ataca durmiéndolos, no crean que de otro modo) a los ciudadanos del Bosque y a quienes lo atraviesan cuando le da la realísima gana.

Su poder mágico es que pueden hacer que se asuste y se vaya donde no moleste.
Así que la noche del cinco de enero, los Reyes Magos llegan al Bosque y una fila de Gnomos, ataviados con sombrero naranja, vestidos de terciopelo, y unas varas larguísimas ( y cuando digo larguísimas no exagero) de fresno se ponen al lado de ellos y los acompañan.
Y esta historia verdadera se repite todos los años...
Pero, veréis; este año ha habido un problema, un problema muy divertido. Y es que el Dragón ha pedido a los Reyes un regalo. Y claro, los Reyes han dicho que sí, porque el Dragón no tiene la culpa de lo que le pasa y además a causa de lo que le pasa él nunca ha podido dejar los zapatos enormes de Dragón para recibir su regalo.
Y los Gnomos se han inquietado una barbaridad (y cuando digo una barbaridad no exagero), porque a ver cómo van los Reyes a ver al Dragón, a acercarse al Dragón y a no quedarse dormidos, si encima le tienen que dejar un regalo...

Melchor se rasca la barba, Baltazar se sonríe, y Gaspar daba saltitos, ellos estaban muy contentos de darle un regalo al Dragón.

-Pero, Majestad Baltasar, ¿no comprendéis que eso es una locura?...os dormiréis...¿qué será de los Niños?...
-No nos dormiremos, Gnomo Blanquimontaña... haremos magia.
-Gr, grr, grrr...no se, no se, magia, ¿magia?...
-Magia maravillosa, magia de la buena, magia Real.

El rey Melchor, al decir esto, se ajustó la corona (que con el movimiento de cabeza se le iba inclinando peligrosamente hacia un lado) y se frotó las manos muy divertido.

-Pues no se yo qué magia van a hacer...la única Magia que conocemos es la del Bosque, y los únicos que podemos asustar al Dragón somos nosotros.
Eso lo decía a quien le quería escuchar el Gnomo Miraelmar.
-Vosotros podéis asustarle, sí, pero nosotros podemos parar el tiempo; por eso llegamos a todos los niños del mundo en la misma noche. Y además, al Dragón le vamos a hacer un regalo que no olvidará jamás.

Eso dijo el rey Gaspar.

Entraban en el Bosque...
A lo lejos, se oyeron las zancadas del Dragón.

Gaspar sacó algo de una bolsa.

Melchor empezó a decir palabras rarísimas:

“Rop al aigam y al noisuli : opmeit , etarap “

-Pero, ¿qué ha dicho?...

-Está hablando al revés para parar el tiempo. Ha dicho; por la magia y la ilusión, tiempo, párate”. – Dijo Gaspar-.

De pronto, pareció que se detenía el aire. No se oía el viento, los pájaros dejaron de cantar; solo se veían las estrellas, allá en el cielo, brillantes, azules y blancas; titilando, perfectas, como si la eternidad fuera un campo claro de luz nocturna.

Gaspar fue el único que se movió, llevando en las manos el objeto que había sacado de la bolsa.

-¡Dragón!- Gritó-.

-Pero ¿qué hace?- dijo el gnomo Miraelmar-, ¡ la va a liar!...

El Rey en cuanto oyó al Dragón acercarse corriendo, cerró los ojos y enarboló lo que había sacado de la bolsa.

Era un espejo enorme (y cuando digo enorme, digo enorme).

Efectivamente; llegó el Dragón corriendo, vió su rostro reflejado en el espejo y cayó en un sueño profundo.

- Dragón, el tiempo está parado en honor tuyo- dijo entonces Melchor- mi amigo el Rey Gaspar te ha dormido pero solo un rato, para evitar que te despiertes mayor y para evitar que dejes de creer en la Magia. Y yo, por el poder que me otorgan las Ilusiones y las Quimeras, te voy a hacer un regalo: de ahora en adelante nadie que se cruce contigo se dormirá y tú podrás acompañar a los Magos a través del Bosque y recibir cada año un regalo de ellos.

- Y – añadió Baltasar-, yo te regalo otra cosa; que puedas como nosotros parar el tiempo, para que cuando un niño, la noche de Reyes se despierte antes de lo debido, no nos encuentre...


Y así fue, cómo el Dragón desde entonces acompaña a los Magos y ya nadie le tiene miedo...






4 comentarios:

Isolda Wagner dijo...

Qué imaginación la tuya; así en un ratito y zas, todos los componentes de una noche mágica.
Me ha encantado, y cuando digo encantado, no exagero.
El problema es que no necesito al dragón para caer en un sueño profundo, es más, antes de caer me lo llevo a la cama; es mi segundo regalo de esta noche.
Besos de cuento, Alena.

Amando Carabias dijo...

Por fin alguien explica con un poquito de cordura porque los Magos siempre serán Magos, porque existen y porque sólo llegan cuando tienen que llegar.
Qué barbaridad! Tanto tiempo discutiendo si sí, o si no... Pues sí.

catherine dijo...

el dragón bueno será el del año nuevo chino?

Elena Casero dijo...

¡qué bonito, Alena!
una gran imaginación la tuya para una noche mágica.

Besos