Los diarios días y la fiebre, la sensación de pausa, tan habitual. La bruma fuera, lenta, y el comienzo de la niebla, el transcurso en duermevela.
El invierno largo avanzando, la luz de la lamparita, acogedora, dejando que las mantas abriguen el cuerpo; siempre tan cansado, siempre tan fatigado.
Dejarse ir y no preguntarse nada; olvidarse de lo externo, del ruido, del alboroto. Así, en silencio, medio dormir sin prisa, sin defenderse; saberse protegida por la casa que vela por ti, quedarse en la cuna. No explicar ya nada.
Caracol de fiebre y quietud.
El invierno largo avanzando, la luz de la lamparita, acogedora, dejando que las mantas abriguen el cuerpo; siempre tan cansado, siempre tan fatigado.
Dejarse ir y no preguntarse nada; olvidarse de lo externo, del ruido, del alboroto. Así, en silencio, medio dormir sin prisa, sin defenderse; saberse protegida por la casa que vela por ti, quedarse en la cuna. No explicar ya nada.
Caracol de fiebre y quietud.
3 comentarios:
La casa como una concha de caracol, la vida entre casa y casa, la quietud
¡Qué sensación de paz se respira al leer tu escrito!
Eso ,eso, mantita, libro, silencio, soledad y desanso de tanto estímulo visual y auditivo, de tantas prisas.
Esoes lo que yo quiero para estos días.
Un abrazo Á
Alena, la que nunca descansa, pero sabe meterse en su casa como el caracol, que es donde uno se siente mejor. No sabes cómo me gusta esta imagen, de dejarse llevar, olvidarse de lo externo, sin defenderse. Nuestro cobijo, el de cada uno, viene a ser el útero materno. Así lo siento.
Besos tranquilos.
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