Levanta el cansado cuerpo como si de ello dependiera el aroma de los jardines;
Para donar colores a la lluvia de la tarde dejándose ir entre inviernos,
No escuches a los heraldos de la tristeza, el dolor y la fatiga, hendiendo
Puñales como gritos, roturas, naufragios, hilachas deshaciéndose.
Hay un horizonte más lejos de tus manos doloridas, breves en la niebla;
Aunque hoy no lo adviertas y las sombras se acerquen, los seres de blanco
Y las agujas como cristales para el recuerdo del recuerdo que no olvidas,
Aunque todo sea metáfora imposible si bien quisieras fuera cotidiano
Y tu corazón –sólo de vez en cuando- se convierta en un niño siempre asustado.
domingo, 14 de noviembre de 2010
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1 comentario:
Creo que nos lo deberíamos aprender de memoria y dedicárnoslo todos los días.
Gracias Alena, por la parte que me toca. Un beso, ya serrano.
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