jueves, 31 de diciembre de 2009

Duke Murió Ayer

Con este título doy inicio a una serie de relatos, que, con cierta dosis de ficción y bastante de verismo, me parece interesante compartir.
Toda coincidencia con parte de la realidad, posiblemente pueda ser cierta...
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Duke murió ayer.


Deja la chaqueta en el perchero. Se quita las llaves del bolsillo izquierdo y las suelta sobre la mesa del recibidor.
Es un recibidor pequeño, apenas salita. El mencionado perchero, un pequeño espejo, una mesita baja con revistas de cine y algún periódico atrasado, y una lámpara de luz tenue.
También hay una silla, que no parece usarse para su función, pues está arrinconada junto a la pared; si uno se fija un poco tiene una de las patas coja.

En el salón abre la ventana que da a la calle. Luego se sienta en el sofá, se quita los zapatos, se arrellana y enciende un cigarrillo.
El humo se va espesando mientras él ha cerrado los ojos. Peligro de incendio, piensa. Acerca un cenicero, lo deja en el sofá.
Ha sonado su móvil dos veces.
Ninguna ha contestado.
Llueve fuera y hay algunas gotas que ha salpicado el suelo inmediato a la ventana; si no hiciera viento, se dice, incómodo...
Se levanta y cierra.
Vuelve a vibrar el sms.
Cansina es...
Lee.
Se sonríe.
Tendrá que contarle que a Duke lo enterraron ayer.

Enviar mensaje.

Apaga el móvil y el cigarro. Se levanta y va a la cocina.
Ensalada, tortilla de jamón. Una fruta. Café.

Cuando termina de cenar deja los platos en el fregadero. Se lava meticulosamente las manos. Se seca meticulosamente las manos.

Entra en el estudio. Mesa, cables, dos luces, una a cada lado de la mesa. El ordenador en medio. Papeles. Los disquettes, el pen drive. Todo en orden.

Enciende y con la música programada de dire straits se abre la pantalla.
Conectar.
Inmediatamente. Cinco mensajes. En el mismo tono. Primero la timidez, luego la angustia, después el por dios, dime algo, y los dos últimos incoherentes. Hace diez minutos.
Debe haberse pasado toda la tarde esperando que la responda. Se sonríe.
Interesante.
Decide actuar según lo previsto.

“Querida Mitti: Duke murió ayer. Como comprenderás estoy angustiado, dolorido, perplejo, sabía cuánto te quería y que os ibais a reunir el lunes. Sabes cuánto he hablado con él, sabes que intercedí para que no te agobiara con sus problemas, incluso me presté a ser yo quien le diera el dinero para el desahucio. No hubo forma. He recibido tus mensajes pero llevo dos días de locos. Primero en su casa, después, allí mismo intentando convencerle de que se viniera a la mía, más tarde cuando recibí su mensaje desesperado, que también te envió a ti, corriendo otra vez a su casa, llegando tarde, viéndole ya en la situación sin salida, llamando al samur, y todo para nada, amiga mía...para este dolor tan grande. A las ocho de la mañana en el hospital me dieron la noticia. Esta mañana ha sido el entierro. Le hemos incinerado un grupo muy pequeño de amigos, entre los que está Esperanza, la recordarás, que abandonó el chat hace unos meses por problemas de conexión, y algunos otros que tú no conoces...
No sé qué decirte, ni qué hacer, de momento es mayor mi pena que mi entender algo; ¿cómo pudo estar tan desesperado como para no querer recibir nada mío?...solo- decía el día anterior- solo ella me salva...
Pero...llegamos tarde. Espero que compartas mi idea; he usado el dinero que le enviaste para pagar su entierro. Al menos, nos queda el consuelo de haberle dado un fin noble.
He vuelto desolado. Pasado mañana me voy una temporada fuera. Te escribiré en cuanto tenga ánimos.
Un abrazo.
Javier.”.

Dio a enviar.

Luego, se conectó a redes.
Este próximo tendrá un nombre más vulgar, pensó palpándose la billetera. Por cinco mil euros puede llamarse Ernesto.



Palabras


Estas palabras que escribo llevaban el dolor inscrito y encontraron la paz.
Hay quien no me lo perdona.



martes, 29 de diciembre de 2009

Música antigüa

Estas viejas canciones...
Hay que escucharlas despacio, como si nos llovieran. Sin prisa.
Para recuperar el tiempo. El tiempo de las hojas muertas, de los días sencillos, de la chimenea encendida.
Y un libro cerca. Un vino añejo. Y cerrar la ventana. Para que el resto quede fuera.


lunes, 28 de diciembre de 2009

Posibilidades

Una mujer con un paraguas atraviesa la calle como si se deslizara.
Una mujer con un paraguas atraviesa la calle como si se deslizara en sueños.
Como si la calle fuera una posibilidad.
Como si fuera un acertijo.
O un presentimiento.
Una mujer en sueños atraviesa la calle con un paraguas que se desliza.
Una mujer como un paraguas atraviesa en sueños un desliz como si fuera una calle.
Una mujer como una calle atraviesa un sueño como si deslizara un paraguas en un presentimiento.
Una mujer como un sueño atraviesa con un paraguas un desliz como si fuera una calle o un presentimiento.
Una mujer. Un paraguas. Un presentimiento. Una calle. Una posibilidad. Un acertijo. Un sueño.

Mal Humor

El mal humor no me lo produce la ignorancia ajena. Me lo produce la tontería.
Contra la ignorancia se puede luchar; contra la tontería es imposible.
La ignorancia puede estar llena de deseos de aprender. La tontería está vacía por definición.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Verdades y Mentiras


Es muchísimo más sencillo decir la verdad de lo que uno piensa o siente que mentir.
Se acaba antes. Se deja todo claro. No se da lugar al malentendido. Y para remate no hay posibilidad de error de percepción.
Mentir no es arte. Es una ignominia. Indica falta de respeto hacia quien se miente. Mezquindad, porque se prefiere mentir a exponerse. Ruindad, porque parte de la presunción de que el otro es lo suficientemente estúpido, o buena persona, o ingenuo, como para creernos. Y bajeza moral, porque el engaño habitualmente a nosotros nos reporta un bien y al que mentimos si no le reporta daño sí le reporta desconfianza e inseguridad.
No me refiero a hechos opinables. Me refiero a los actos de uno, los sentimientos de uno. Yo puedo opinar que las sardinas en lata están riquísimas y usted que son un asco. Eso, naturalmente son opiniones personales acerca de la presunta calidad de las sardinas. Me refiero a eso que están ustedes pensando: “Vendrá el primo de mi novia a cenar, ¿no te molesta, verdad?”... y a usted no le apetece nada, y se pasa jodido/a toda la cena con el plasta del primo. Por callarse, por no decir ni mú. “Tienes que venir a la fiesta, no puedes faltar, qué haríamos sin ti”... (Pues naturalmente harían la fiesta sin mí, que me sobra la fiesta...) “Mamá quiere que vayamos a su casa mañana por la mañana y que llevemos a los niños para que pasen el día con ella y llevarlos al cine”. Pues mire, primero que pregunte a los niños si quieren ir....


Me suelen valer de muy poquito las disculpas hechas mirando hacia otro lado, “yo no suelo mentir, pero a veces no hay más remedio”... No hay más remedio ¿para qué?... ¿para no complicar algo?...se complica el triple con una mentira. “No, es que con una mentirijilla me dejan en paz”...Pues no; si se deja claro que dicho lo que sentimos se cierra el tema, ya puede venir el otro (la otra) con alpargatas que –al menos en mi caso- el tema está cerrado.
Decir la verdad es una forma de ser. Ser un mentiroso, también. Solo que diciendo la verdad estamos seguros de que el resto que nos trata sabe desde el principio a qué atenerse. Y esa es la mejor forma del respeto.


sábado, 26 de diciembre de 2009

Definición de Patetismo.




Grima que dan los otros sin enterarse de ello.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Ejemplar comunicación en dos escenas.

I

El escribió un poema.
Ella, después de haberlo leído respondió que se iba a comprar unos zapatos porque los suyos estaban ya muy viejos.

II

Ella escribió un poema.
El después de haberlo leído respondió que se iba a comprar unos zapatos porque los suyos estaban ya muy viejos.




jueves, 24 de diciembre de 2009

Pastel y ácido sulfúrico

Pastel y rosa, rosicler... pastelito. Rosa y mantequilla, untuosa. Mantequilla y almíbar, caramelo. Camelo.
Untaditos de mantequilla resbalando en almíbar. Pisoteando las rosas para construir un camelo:
Pastel.
Chupando el caramelo.

Y la acidez como estimadísimo contrapunto.


La playa.


En la playa ya no están las huellas en la arena. Se las llevó el mar el último día de aquel verano.
Cuando regresé dibujé tu nombre.

Nada era lo mismo.
Al alejarme, supe que escribirlo no restauraba tus pasos.
Esos pasos tan breves que descansaban en el banco del paseo; al lado de las gaviotas.
Allí también les dábamos miguitas de pan.
Cómo llueven todos los septiembres sobre el mar de mis veranos en este invierno largo...


martes, 22 de diciembre de 2009

Memoria

Mira...
Se han dormido los pájaros.
No digas nada. Un rumor de hojas murmullea sobre la mañana. Tal una levísima herida que no se notara.
Gotea sin restañarse una sangre breve cayendo entre los lirios del jardín.
Cuando las aves despierten creerán que es la lluvia.



domingo, 20 de diciembre de 2009

Jardín Interior

Ahora escuchas la música del silencio. La eterna melodía armónica. Hilo de nieve cayendo. Atrás los intentos de acceder a la muralla. Atrás los asaltos a las almenas. Atrás los estandartes.

En el jardín cerrado un círculo de luz precipita cristalitos de hielo. Girando. Después se deshacen y caen sobre las hojas secas. Inaudibles.

Puedes entonces caminar en esa blancura sin miedo a que tus huellas las pisen extraños.
Solo las borrará la nieve.
Cierras los ojos. Y un concierto sin notas acompaña la calma.

viernes, 18 de diciembre de 2009

NOVATO EN MORIRSE. CAPÍTULO II.

Bueno, pues te ha salido muy poco original, que quieres que te diga.
Tampoco quería eso, simplemente me esta divirtiendo.
O sea, que se muere, y llega su abuela y ahora vas a contarnos todo lo que le pasa y sus aventuras de tontaina en el más allá.
¿Qué contarías tú?...


La niebla espesa cubre las ramas, y por eso, en el entierro de Gonzalo las gentes, los deudos, que asisten, están como encogidos. Hace frío, piensan, mientras miran ese ataúd uniforme, estrecho y largo, Gonzalo era bastante alto, que, poco a poco desciende de modo insensible al viento, a los tres grados de temperatura, a los balanceos por no medir exactamente, cuidadosamente, la forma de bajada.
Cuerdas gruesas para un cadáver más, estadística.
La ciudad está llena de miles de muertos a quienes otros llevan flores cada aniversario. Anónimos salvo para ellos. Ignorantes del cielo helado, de la bruma, de los pies helados de quienes acompañan.
Ciudad silenciosa a salvo del presente. Y del pasado. Ciudad sin futuro que la habite.
Y no crecerán sus ojos ni sus labios con la alegría del mañana, ni nacerán sueños, ni el dolor se acoplará a su estómago en angustia cuando uno de sus deudos enferme, o se arruine, o simplemente, como él, se muera.
La vida definitivamente ya, es de los otros.
Esos otros que ahora convierten en ritual el eterno retornar de siglos de la ausencia. Y lloran, se besan unos a otros, se acompañan en el sentimiento; hechos por unas horas comunidad y maridaje en torno a la tristeza, para mañana, dentro de quince días, dentro de tres meses, al cabo de los años según los casos, ir olvidando el gesto, la cara, la sonrisa, la voz, el detalle de los labios comentando, diciendo, expresando, algo común, como una frase, un buenos días, qué frío, un yo quiero la caña corta, por ejemplo, el trazo leve de un dibujo en el aire al pasar que es, una persona viva. Y así, un día, sin saber cómo, sin darse cuenta, sin apenas querer, encontrarse diciendo a otro ¿y cuantos años hace ya de Gonzalo?...y dudar si son cuatro, o cinco, no, fue el año de la gripe, ah sí, que el verano siguiente nos enteramos de que su mujer se volvía a casar, o no, ah sí, que su mujer al otoño siguiente se marchó a vivir fuera, es cierto, y ¿cómo era Gonzalo?, la pregunta de algún amigo joven de la familia, y el pequeño dice pues es que yo era tan pequeño...era muy guapo, eso sí me acuerdo, y que me llevaba al parque, pero yo tenía cinco años, mi hermana sí que se acordaba muy bien, que la pilló con trece...le llevó flores incluso después de casarse con tu tío Miguel Ángel e irse a Venezuela, que dejó el encargo hecho. Y ¿teníais un tío, no, Santiago?...ah sí, el músico, vino al entierro y se hizo cargo de todo, creo, pero vamos yo a ese ni le traté, estaba siempre fuera, y se mató quince años después en una cosa de un avión, creo. De mi padre había fotos, pero cuando yo me fui para casarme se quedaron en casa de mi madre, y yo no me traje ninguna, la verdad...nunca he sido de ritos y así, y aparte, es que casi no me acuerdo del pobre...Mi madre no era de las pesadas que nos diera la matraca, ni se hablaba mucho de él, solo, ya te digo, mi hermana, Cristina.

Y así la niebla, envolviendo como hoy el cementerio, los nichos, el ataúd, las cuerdas que bajan el cuerpo de Gonzalo, cuando aún Santiago no se ha subido a ningún avión que lo lleve hacia su muerte, ni Cristina conoce a nadie llamado Miguel Ángel, ni tiene mucha idea de dónde está Venezuela, ni este niño de cinco años sabe muy bien porqué lloran todos y dónde está su papá que prometió llevarle esta tarde al parque, envuelve los días, las semanas, los meses, los años, hasta que Gonzalo, el recuerdo de Gonzalo, es un recuerdo brumoso, apenas una silueta desdibujada, una levedad de una voz escuchada en lo lejano, una sensación de haber sido, alguna vez, antes, hace mucho tiempo....mientras esta ciudad silenciosa lo arropa en el silencio, olvidado ya de las flores que alguien le llevaba.

lunes, 14 de diciembre de 2009

NOVATO EN MORIRSE. CAPÍTULO I.

-I-

Cuando salió aquella mañanita de su casa para irse como todos los días al trabajo, no podía saber que le quedaban apenas dos horas de vida.
Pero lo importante no es lo que hizo en esas dos horas, que fue lo de siempre; llegar al curro, tomarse un cafelito caliente antes de entrar, hablar dos o tres minutos con Samuel, el conserje, y meterse en la oficina a empezar un nuevo día.
Tampoco es demasiado importante saber que, al pobre, le dio un esparabás en medio de la conversación con un compañero, sobre un tema tan importante como si se enviaba directamente o por correo certificado la carta del pedido a la empresa Figuritas y Porcelanas, para que llegara antes.
Ni las últimas palabras que dijo, absolutamente prosaicas: “me estoy mareando, qué raro”, antes de desplomarse en el suelo y pegar el susto a toda la oficina y que se montase el alboroto consiguiente de gritos, revuelo, ausiones, voces de “ ay, Gonzalito no te mueras”, “ será una lipotimia”, “ le podíamos dar un masaje, eso va muy bien”, “ ay, qué cara más rara se le ha puesto”...hasta que Samuel, el conserje, tipo práctico donde los haya, anunció que había llegado el SAMUR al que había llamado en cuanto se pispó del asunto.
Y el sanitario nada más verlo dijo con voz solemne:
-Este señor está muerto.

Vaya por dios, pensó Gonzalito, así que esto es morirse, que le de a uno un mareo y que se alborote la oficina...

Y ¿cómo me levanto yo ahora de aquí?...les voy a pegar un susto de muerte a ellos si me levanto a decirles que no armen tanto lío...

Claro, Gonzalo, como buen muerto novato ni idea tenía de eso de transportarse mentalmente, ni de su cuerpo astral, ni nada de nada. Así que, de momento se quedó esperando...

-Pues no oigo a los serafines...- volvió a pensar con razonada justicia- mi abuela decía que te mueres y oyes música angelical, y que los serafines tocan las trompetas si accedes al Cielo; ¿será que me he quedado en el limbo?...

-Si hijito, pero eso era en mis tiempos...y yo, propiamente serafines tampoco oí, mas bien escuché a tu abuelo tocando la trompeta, que le gustaba tanto...

Miró Gonzalito a su izquierda y casi se muere otra vez, porque allí, sonriendo beatífica, y con su rebequita de color granate de toda la vida estaba su abuela Carmen observándole con gesto de “este no se entera”.

-¡Abuela...huy abuelita lita, pero si eres tú...!... pero ¿tú no estabas muerta?...bueno, claro, es que ahora el muerto soy yo...oye, espera, no te acerques mucho que me da cierto repeluz...
-Hijo, no seas tontaina, si estamos los dos muertos poco podemos asustarnos ya ¿no te parece?...lo que no entiendo es porqué te has muerto ya...si la cosa era que la diñaras a los 79 de una pulmonía...
-Pues no se, abuelita lita lita, a mí lo que me ha dado ha sido un mareo...
-Qué mareo ni que niño muerto- huy perdón- a ti lo que te ha dado ha sido un infarto.
-Vaya por dios...
-Bueno, pues venga, vámonos, aquí tú ya no pintas nada, ahora aquí se va a liar una muy gorda, se van a pasar llorando cuatro días en la oficina, va a presentarse tu mujer-que de mí para ti, siempre me ha caído fatal- y tu hija la pequeña va a montar el cirio porque no la va a llevar su madre a verte, “para que no sufra”. Así que nos largamos y te lo ahorras...
-Pero es que yo no puedo moverme, estoy muerto...
-No seas idiota, Gonzalito; cómo se nota que eres novato en morirse...cierra los ojos y piensa que te vienes conmigo.
-Bueno...

Lo hizo así Gonzalo, y una ráfaga de aire lo inundó de repente mientras sentía que flotaba y que salía- salían disparados- de allí.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Micro del Absurdo.


Se liaba. Se liaba con los nombres y decidió acabar con todos los nombres de una vez. Dió a delete y, repentinamente, la pantalla se quedó en negro.
Lo enterraron al amanecer con un ratón en la mano como prueba de fidelidad.

martes, 8 de diciembre de 2009

La Misa Funeral


Ceferino Sotogrande y Guindalera de las Quintanillas vivió toda su vida en Madrid, salvo año y medio que estuvo en un pueblo destinado, donde pasó más frío que un perro chico porque eran los años cuarenta y entonces en los pueblos de Castilla hacía frío de verdad, no como ahora, que dicen que hace frío cuando quieren vendernos el abrigo en el Corte Inglés aunque estemos a 23 grados y sea 15 de noviembre.
El resto del tiempo ya decimos, en la Capi, como él llamaba a esta cosa monstruosa en que se ha convertido esto. Pero no vamos a hablar de Madrid, sino de Ceferino.
Ceferino se casó con una señorita con posibles, y él, que era farmacéutico, terminó poniendo su propia farmacia en el centro, a media calle de su casa, y siendo una de las personas más queridas del barrio.
Cuando se murió Ceferino, ya jubilado hacía más de veinte años porque se murió realmente a provecta edad, queremos decir a los 94, vino a la iglesia de San Ginés, en la calle del Arenal a llorarle todo el barrio.
Cada uno contaba una cosa; la vez que el chiquillo-que ahora era un señor con barba, abuelo de tres críos- se rompió el brazo y Ceferino le puso él mismo una sujeción hasta que le llevaron al hospital, la noche que Margarita fue con el ojo a la funerala y Ceferino sin médico ni nada le puso un colirio mano de santo y no la quiso cobrar, la mañana que Paulina, Saturio y Ana María llegaron con la madre, del médico, asustados por el diagnóstico y Ceferino les explicó en palabras vulgares que lo que aquel bruto había querido decir con “síndrome inflamatorio agudo del oído medio” no era más que una vulgar otitis que se quitaba con antibióticos, la disposición que tenía siempre de ayudar, la costumbre que cogió de pasar después de cerrar a ver a los enfermos que le parecía a él que necesitaban ánimo...
El cura, que era nuevo pero no era tonto, ante la cantidad de gente que se agolpaba para decirle adiós a Ceferino, decidió hacer la loa del caballero, así se podía ganar a la parroquia, pensó.
Contó todo lo que había ido oyendo, habló de sus virtudes cristianas, de su compasión hacia los humildes, de su compartir la vida del barrio, de lo seguro que estaba él de que se había ganado el cielo y estaría tan contento en gloria de Dios gozando del paraíso, al que sin duda había merecido llegar por sus virtudes y de lo gran siervo del Señor que había sido.
Entonces se oyó una voz en mitad de la iglesia.

-¡De eso nada!

La mujer, mejor dicho, la viuda de Ceferino estaba protestando con todas sus fuerzas.

El cura se atrevió a parar el sermón.

-Pero ¡señora! ¿Qué dice usted?...

-Digo que de eso nada, que si estamos aquí hoy es porque la cristiana soy yo, que mi marido era ateo y bien ateo, y no pisó en su vida la iglesia, ni falta que le hizo por lo que veo para ser buena persona.
Y salió de la iglesia con la cabeza alta, pidiendo interiormente perdón a su difunto por haberle dado el disgusto de una misa funeral.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Mal día...


Bienvenido a casa, mi amor. Dijo alegremente, mientras él se quitaba la chaqueta, la colgaba y la sonreía.
Hace un día de perros. Contestó sacudiéndose el agua del pelo.
Sí, has elegido mal día para resucitar...

jueves, 3 de diciembre de 2009

La Casa del Bosque

A veces sueña.

A veces cuando se duerme, en esas noches en que la mano áspera de Papá la tranquiliza y sabe que nunca vendrán los reptiles, porque él ha llamado a los duendes del Bosque, sueña.

Hay lagos tan bellos como un arco iris. Montañas grises y blancas donde resplandece la nieve. Un jardín lleno de árboles, con bancos para sentarse y arriates verdes llenos de flores.

Hay una casa que es igualita a la suya, allá en el bosque. Una casa donde no transcurre el tiempo, ni la vida, ni la enfermedad ni el dolor. Una Casa donde siempre está Papá.
En la puerta. Esperando.

Cuando despierta, aunque tenga miedo del túnel oscuro, aunque tarde un poquito en encenderse la luz, aunque el dolor se instale otra vez en su inocencia de niña, encuentra la mano de Papá y sabe que la ha acompañado a través del Bosque hasta aquí. Y todo está bien.

Ahora, después del tiempo y la vida, a veces sueña.
Y regresa a la Casa del Bosque. Y camina hacia la puerta. Y allí están, Papá y Mamá: esperando.
Cuando despierta sonríe; porque sabe que un día, cuando tenga nieve en los ojos, entrará y habrá lagos tan bellos como un arco iris, montañas grises y blancas, y una casa, allí, en el Bosque.

martes, 1 de diciembre de 2009

Silencio

No siempre es sinónimo de certidumbre la voz más elevada; casi siempre lo es de miedo.

Me marcho de esas voces. Doy la vuelta y elijo. Camino sencillo aun cuando semeja paradoja.

El silencio es en ocasiones una escandalera que oponer a los gritos.

No sirve para el alboroto la respuesta unánime, ni para la estupidez o la bajeza.

Para eso solo sirve marcharse y dejarlos a ellos envueltos en su propia algarabía; Babel de ovejas balando sin sentido.

Del silencio siempre se escuchan respuestas. De los gritos solo se obtienen cristales rotos.