Se vencían por el peso del anochecer...
Mientras empezaban a iluminarse ventanas y farolas del domingo callado.
Lejos del alboroto de la noche del sábado. Recuperada su sencillez de jardín recoleto. Testigos mudos de horas solitarias del invierno.
Ahí; en la placita íntima de barrio, los arriates, en esa luz difuminada que los siluetea.
Símbolo del domingo y noviembre.
3 comentarios:
Símbolo de que la vida nunca se termina del todo, aunque a veces lo parezca, como en estos días.
La reflexión mucho mejor que la foto.
Un abrazo.
Muy interesante.
Salute.
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